1/5/12

reescribiéndonos

El pasado se puede reescribir. El pasado personal, también. Escribir y reescribir, como se escribe y reescribe la historia. A golpe de nuevo descubrimiento o de nueva interpretación más acorde a los tiempos. La biografía, también. La autobiografía, desde luego. Vamos cambiando y dejamos de ver las cosas del mismo modo que las habíamos estado viendo. Ni siquiera es necesario introducir modificaciones en el sentido de alterar "la verdad", basta con pretender cambiar la forma de presentar los hechos o las circunstancias. La presentación de los hechos se puede tramar de una u otra forma. La interpretación, no digamos. La relectura, siempre. Heráclito podría sustituir el río de su sentencia por un libro, en el que no es nunca posible sumergirnos de nuevo, no como la anterior vez que lo leímos, porque poco importa que siga siendo el mismo texto, la misma edición y hasta el mismo volumen, somos nosotros como lectores quienes hemos cambiado. Algunos pretenden que nos rindamos a una sola impuesta lectura. A un único relato de las cosas. A una sola interpretación, exclusivamente.

7/6/11

dificultades, etc.


¿Y por qué dificultad? Pues no tiene por qué ser por masoquismo, sino más bien por todo lo contrario ¿A quién le gusta practicar una actividad, un deporte, un juego, en el que no haya que superar dificultades? En los primeros libros que leí cuando era niño, fueron las dificultades de mis héroes las que daban interés a la lectura. Sea por lo que cuesta encontrar el tesoro, o por lo que cuesta enamorar a la chica. Después empezaron a interesarme las dificultades del propio proceso de escritura, y si a algunos les resulta raro…deberían considerarlo (por lo menos) como un género, con las peculiaridades propias de todo género, las de éste basadas en las peripecias que “sufre” un autor que pretende escribir un libro que no sea igual que algún otro, incluso cuando el propio autor descubre que en realidad está escribiendo el mismo libro que ya pretendió escribir y del que el nuevo vendría a ser un enésimo intento por rematarlo, por concluirlo; incluso también si el autor pretendiese reescribir un libro preexistente, uno que adorase o uno que odiase, tanto da.

14/12/10

textos como zapatos



Creo que era Félix de Azúa quien en algún post (no estoy seguro) sugería dejar de mistificar a los escritores y considerarlos como artesanos lo mismo que un zapatero, un panadero o un fontanero. Somos unos papanatas cuando nos dejamos apabullar por un texto delicado pero tramposo, engañosamente bello, del mismo modo que ante un sofá de diseño o una silla en la que no conseguimos aposentarnos adecuadamente, pura apariencia. Millás nos lo recuerda en su penúltima novela, El Mundo, cuando en la pág. 27 nos dice que la escritura debe ser algo que "no tiene que ser bello, sino eficaz". No se trata de que eficaz deba reducirse a la escueta capacidad de transmitir información, que eso tan sólo reclamaría una redacción cuidadosa y nos brindaría magníficos informes pero no literatura, sino de eficacia para conmovernos.
Un texto claro y explicativo podría parecernos bello desde su humilde eficacia, lo mismo que un botijo bien hecho o un zapato cómodo. Una escritura así, lo escrito así, la usaríamos y la volveríamos a leer, mientras que la declaradamente bella pero anodina, quedaría relegada a la biblioteca como elemento de hipotético prestigio, supuestamente admirable, pero que quizá no volveremos a leer, sólo acaso en un momento de inseguridad y de duda, por si es que no supimos entenderlo la primera vez, suspicaces mientras no resolviéramos la cuestión fundamental: si se trataba de un buen texto bello pero fuera de nuestro alcance, (de nuestra capacidad comprensiva), inasible por nuestra ramplona sensibilidad, o si por el contrario se trataba de una impostura muy bien vestida pero decepcionante, la perfecta guapa tontísima.

27/10/10

literatura efímera


Facebook es literatura efímera. Podría no serlo. Y otro día intentaré exponer de qué modo quizá pudiera optar a dejar de serlo y merecer ser preservada. Facebook es periodismo aficionado, salón de peluquería, púlpito accesible, Hyde Park de estar por casa, y también literatura, o pretensión de serlo. Parece más "fácil" publicar un poema tuyo, colar un ensayo breve (acaso de dos líneas), entrenarse a ser crítico, jugar a editor, o por lo menos ser moderador por un día o anfitrión por un día. Casi nunca se sacia el gusanillo y por lo general quien prueba repite. La reedición le sale barata, nadie financia el papel, a lo sumo van pasando los días y nadie ha dejado un comentario ni un escueto "me gusta", pero eso no es grave. Al final es lo de siempre: la atención. La consigues o no la consigues. Atraerla una vez no es difícil, mantenerla ya es otro asunto. Sin problemas de distribución, sin necesidad de encontrar editor, todo el mundo puede optar a sus dos minutos de notoriedad en Facebook; al menos todo aquél que se lo proponga seriamente. La cuestión es cómo mantener una atención regular, sostenida. ¿Pero no se trata de lo mismo que en una novela, o que una clase o que una película? Aquí el desarrollo, el proceso, no dura una hora como una clase, ni 90 minutos como un film, es un proceso que puede ser diario, o semanal, que pretendes que no se interrumpa. Hay mil otras cosas que compiten por esa misma atención que tú pretendes, dentro del mismo Facebook. Más las que siempre siguen produciéndose fuera de FB, que puede ser una final de Champions, o una desgracia natural, una tragedia que ocupe los titulares de los espacios informativos. Pero cuando por fin cuentas con alguna atención...la cosa no ha hecho más que empezar, porque entonces viene lo bueno, o lo peor.

Volveré a este asunto, pero hoy le paso la pelota a mi amigo CabezaPie:
http://cabezapie.blogspot.com/2010/10/paradojico-facebook.html

11/10/10

Querer gustar


A nadie le amarga un dulce, pero puede estar envenenado. Que tras el dulzor amague el veneno. Pero eso ya no es literatura aunque dé para unas cuantas novelas. Pero no quiero hablar del halago que te llega dspués de, sin haber pensado antes en él. Quiero escribir de la necesidad de halago que emponzoña lo que estás escribiendo mientras lo estás escribiendo:
'Esto no le gustará a X. Esto me lo harán pagar". No se puede escribir así. Algunos lo hacen y lo publican: es una impostura. Tampoco escribir para molestar parece una buena razón para escribirlo. Se trata de explicar o decir lo que aún no se ha dicho, pero qué poco debería importar quién lo dijo o lo hizo. (Es importante para el historiador o el periodista, pero no necesariamente para el escritor). Importa la cosa despojada de la anécdota. (¡Pero qué dices, si la anécdota y el detalle son el condimento esencial!//Pues sí, pero la anécdota puede inventarse y no pasa nada, que el color de la pared lo cambiemos, no importa; puede que sea imprescindible. Los humoristas, los mejores humoristas saben modificarlo todo y escoltarse del sentido del humor para poder decirlo bien claro. Ellos saben que no importa más que lo esencial de la cosa).

Escribir acompañado de las trompetas y los laureles es un lastre que despoja al autor de su principal cometido. Puede que le den después una medalla, pero eso no debería importar nada mientras escribes. Escribe como si nadie fuera jamás a leerte. Deja que después tu texto se encuentre con el lector adecuado. Si lo encuentra y a él le gusta, estupendo: relájate y disfruta.

22/5/10

la facilidad...


Este blog lo focalicé en las dificultades, y no está siendo bien comprendido. (¿Cuándo es que algo no se comprende, y cuándo es que no se consigue explicar claramente? Esta cuestión es el grado cero: la primera dificultad de la literatura, o de cualquier pretensión de comunicar algo).
¿Me gustan las didicultades? Sí y no. No las busco,pero no las rehuyo. El matiz es importante: no creo que esta vida necesite añadir dificultades, incluye ya muchas; pero eludirlas casi nunca funciona: siguen ahí, pendientes de "resolver", y acaso enfrentarnos a ellas nos procure algún ahorro de tiempo y nos facilite pasar página.
Según cumplo años, me parece más plausible la idea de que las dificultades más enojosas suelen aparecérsenos bajo un engañoso aspecto de facilidad, de cosa sencilla a nuestro alcance, y que es estonces, cuando confiados, nos empantanamos.Cuando en este blog he explorado sobre las dificultades de la autobiografía ha sido por esto mismo: sobre la aparente y engañosa dificultad de contarnos, de relatarnos a nosotros mismos, ("¿quién mejor?"/"¿quién más conocedor?"), obviando la tendencia de la memoria a reescribir lo sucedido, algo ajeno a nuestra voluntad consciente, (a lo que siempre cabe añadir la frecuente tendencia a embellecer lo sucedido, a maquillarnos, a encontrarle un tono épico a lo que casi nunca lo tuvo).
La "espontaneidad", esa facilidad que algunos tendrían, como fuente provisoria de narraciones frescas sin manipular. La espontaneidad a mí me parece lo mismo que los mejillones que no pasan por el lavadero: son naturalísimos, pero acaban casi siempre en diarrea. ¿Cuándo es que se empezó a atribuir a la espontaneidad el valor que hoy se le da? El artesano necesita tiempo para automatizar algunos procedimientos, lo mismo el campesino para utilizar sus herramientas, lo mismo que un cazador o un pescador o un jugador de póker. Sólo cuando podemos dejar de pensar en el cambio y el embrague y los intermitentes, es cuando podemos empezar por fin a concentrarnos en la carretera; sólo cuando hemos adquirido destreza y seguridad conduciendo nos atrevemos a mirar algo el paisaje que cruzamos sin exponernos a perder la vida en él, incrustándonos en él saliéndonos de la carretera...
No escribo para sufrir. Tampoco necesito que alguien sufra, que me confiese que sufrió mientras escribía algo, para que ese algo merezca más atención por mi parte; eso es asunto suyo. Escribo para el goce: para que algo de lo que escribo predisponga a algún goce, mío y ajeno. (Mío o ajeno, resultaría suficiente; pero es mucho mejor: porque no es excluyente).
La soltura del bailarín llega tras muchas horas de ensayo, como la del deportista tras muchas horas de entrenamiento. Pero la supuesta facilidad, los dones innatos, la precocidad, siempre gozan de mucha atención, de mucho favor. Eso habrá generado no pocas dudas a muchos. Habrá resultado tremendamente disuasorio para los más inseguros de sí mismos.
Escribir, como hablar, es engañosamente fácil. Escribir bien y hablar bien no es que suponga buscarle tres pies a un gato, como demasiado frecuentemente lo entienden los más conformistas con el primer resultado. Escribir y hablar bien, o segar bien la hierba, o cocer bien el pan, es evitar cualquier gesto de más: supone ser como un beduino, conciente de la dificultad que siempre supone atravesar el desierto y que no desperdicia un sólo buche de agua.

25/4/10

d-escribir


“¡Si describir una desgracia fuera tan fácil como vivirla!” (Ciorán).
Escribir no resulta fácil, supone que, además de vivir la cuota de desgracias que a todos nos toca, hayamos de soportar después la dificultad de escribirlo. La que siempre supone escribir algo significativo, no mero redactado insustncioso, más la dificultad añadida de rememorar aquel mal momento, aquel contratiempo, aquel fastidio, o aquella desgracia.

5/4/10

escribir lo que quieres


"Escribir lo que quieres", si se trata de escribir lo que te da la gana, no es fácil. Una cosa es querer y otra poder, y el autor constata continuamente la dificultad de alcanzar lo que se propone: si lo consigue (en el caso de que alguien lo haya conseguido totalmente alguna vez, alguna sola vez siquiera) habrá tenido que suponer un esfuerzo, un enorme esfuerzo, continuado, esmerado, atento, cuidadoso, más redundante que estos tres calificativos que acabo de emplear, porque los habrá tenido que emplear una vez y otra, recurrentemente, sin sucumbir al desaliento.
"Lo escribí de una sentada", "surgió así sin más", son excepciones que por eso mismo nos sorprenden, y aún así empleables para una ristra de versos, o para una canción o para un capítulo, pero difícilmente es creíble si se trata de todo un libro, sea narrativa o ensayo (¿no es narrativa un ensayo?). Así es como la prometedora libertad del escritor topa con la dificultad de su propia obra, con sus propios límites que no son otros que sus limitaciones, sus carencias, sus dificultades, y su en principio ilimitada libertad acaba resultando un arduo ejercicio de obligada humildad, de volverlo a intentar, algo conceptualmente alejadísimo del hacer 'lo que me da la gana', del capricho, de lo fácil.

1/2/10

la dificultad de la autobiografía




El posible valor literario de una biografía, o una autobiografía, es independiente de la veracidad de lo que incluye. No hablo de mentir, basta recordar mal, insuficientemente, otra cosa. De las muchas razones para escribir, una de las más esgrimidas, la de luchar contra el olvido, es una batalla perdida de antemano. La memoria es frágil, endeble, y se reconfigura automáticamente, inconscientemente. El autor no conoce la verdad de lo que supuestamente vivió personalmente. Los recuerdos mienten. Y, por si fuera poco, aparece el lector antes de tiempo: los otros, a los que quizá se presta demasiada atención mientras se escribe, transformando los hechos para hacerlos más respetables o para conferirles el atractivo de lo maldito, o ahogando en el formol del estilo las cosas que necesitaban apenas la oportunidad de asomarse tal cual.
En sólo 5 días, releyendo un libro (Un home de paraula, de Imma Monzó), viendo la tele (L'Hora del lector) o leyendo el periódico (El País Semanal de hoy), distintos autores han tratado el asunto: Benet i Jornet asumiendo que su memoria le miente, que sus amigos le dicen que las cosa no sucedieron tal como él las recordaba y las ha escrito. Castellet, consciente de que eso puede suceder, coteja sus propios recuerdos con recortes de prensa o cartas que le garanticen que sucedieron tal como los recuerda. Para evitarse todo eso, Imma Monzó se pone a escribir el libro con el que pretende preservar de la erosión del olvido a su amor recién fallecido. (No le sirve lo primero que escribe inmdiatamente después, el dolor le impide hacerlo; tiene que hacerlo "profesionalmente", filtrarlo). Así que no es sólo la dificultad que provoca la fragilidad de nuestra memoria. Son muchas otras cosas. El empeño encontrará muchísimos obstáculos. Quizá surja con la pretensión de escribir algo formalmente interesante que deje en cartón-piedra lo que tendría que resultar vívido, o por querer aparecer el autor de un modo "presentable. De modo que dejan de ser fehaciente memoria, matando más que preservando lo que se pretendía salvar , tal como Rosa Montero nos ha recordado que Stanislaw Lem comprendió que le había sucedido y que escribió como prólogo en uno de sus intentos por contar su propia infancia:
"El castillo alto es un libro de memorias. O algo así. Más bien es un texto especialísimo sobre la memoria, en concreto sobre la de la infancia y la adolescencia. La originalidad de la obra se advierte desde el prólogo, en el que Lem nos dice que ha fracasado totalmente en su propósito. Él pretendía dejar fluir los recuerdos libremente, quería que emergieran los jirones del pasado por sí solos y la memoria fuera construyendo su propio retrato. Pero, como es natural, enseguida vio
que eso era imposible; el individuo altera y ordena inevitablemente esos recuerdos, los convierte en narración, en un invento. La memoria siempre es mentirosa: "Desearía dejar hablar al niño, retroceder sin interferir, pero en vez de eso lo exploto, le robo, le vacío los bolsillos (...) Comenté, interpreté, hablé demasiado (...) y cavé una tumba para ese chico y lo enterré. Una tumba meticulosa, precisa, como si hubiera escrito sobre alguien inventado, alguien que nunca vivió, alguien cuya voluntad y designios podrían labrarse según las reglas de la estética. No jugué limpio. A un niño no se le trata así", concluye Lem.(Según transcribe Rosa Montero en EPS).

Enrique Vila-Matas, que escribió ese libro que lleva por título Recuerdos inventados, y ese otro que tituló Impostura, al que tanto le gusta inventarse entrevistas nunca realizadas, o atribuir frases a otros autores, o modificarlas y con ello confundir a los aficionados a la erudición, juega conscientemente con fuego. Eso que lleva a otros de ventaja. Los bomberos pueden, entienden bien el fuego. No comprender de qué modo la memoria escribe por su cuenta antes de que decidamos ponernos a escribir, o atrapar indebidamente lo sucedido transformándolo en madera muerta, o no ser consciente de la propia vanidad, o de la desmemoria, hace que el género autobiográfico resulte mucho más difícil de lo que parece. Al drama se le suele otorgar más prestigio que a la comedia, y sobrevaloramos lo inventado sobre lo sucedido, como si lo autobiográfico resultara sencillo, cuando supone escribir con los pies sobre el suelo sin que eso presuponga que sea un suelo siempre estable. Escribir autobiográficamente es mentirosamente fácil.

27/12/09

Intenciones originales y relecturas.


Leo hoy en El País, el artículo de Justo Navarro sobre Himno, la novela de Ayn Rand en la se basó la película El Manantial, en la que Gary Cooper hacía de arquitecto idealista. Esta película debieron pasarla, por higiene mental, durante el boom inmobiliario que ha terminado en el estallido de la burbuja que a todos nos trae por la calle de la amargura de un modo u otro, directa o indirectamente. Pero no sólo por su relación directa con la construcción. Ahora se está leyendo a la autora de la novela de un modo muy curioso. Pero de eso ya se ocupa en su artículo Justo Navarro. Yo me quedo con las frases que entresaca y con las que empieza su artículo:

"Es un pecado escribir esto. Es un pecado pensar palabras que otros no piensan y ponerlas en un papel que otros no ven. No hay transgresión más siniestra que actuar o pensar a solas. La ley dice que nadie puede estar solo, pues ésa es la gran transgresión, la raíz de todo mal". Son palabras del principio de Himno (1937).

A la dificultad de escribir, 'las dificultades' de pensar por cuenta propia, no las naturales, consecuencia de la tarea de pensar o de escribir, sino las añadidas, las ajenas. Y todo para que posteriores relecturas puedan ser tan sesgadas que instrumentalicen lo que acaso fue escrito con un sentido muy diferente, y que podrán ser reutilizadas con propósitos alejados de los originales concebidos por su autor.

23/12/09

una semana o nunca


Gracias a Sert sabemos esto de Picasso y de su Guernica: "Un día nos dijo (...) ¡Si no me lo quitan y vienen a llevárselo, no lo acabaré nunca!" (Citado por Alix). Pienso en Mercè Rodoreda que estuvo casi toda su vida escribiendo diferentes versiones de su Primavera i la Mort. Las exigencias de la publicación (editorial/mercado) pueden no coincidir con las de la obra o la de su autor.
El periódico trae un artículo que habla de un autor de novelas de a duro (esa moneda de 5 pesetas que pronto quedará fuera del alcance de la memoria de los que sólo hayan trasegado con euros toda su vida) que escribía 4 y hasta 5 novelas al mes, durante muchos años. ¡Qué dos concepciones más diferentes de la escritura! Una, enfocada a terminar, y otra, resuelta a indagar, a mejorar. Sin duda es mucho más difícil esto segundo.

14/12/09

Darío Jaramillo, seta nº 3




Me pongo la máscara, me quito la máscara/
busco otra máscara/ voy descarándome”

Darío Jaramillo, de su poema Canción.


En el mismo sotobosque, tres setas: La máscara, la invención autobiográfica, la verdad disimulada como mentira. Jaramillo, Calvino, y Piglia, me han brindado cada uno la suya, cada una con su peculiar sabor, con su propia interpretación de la verdad y la mentira, de la autenticidad y la impostura, que sólo coinciden en un mismo sabor de fondo.

Italo Calvino, seta nº2



Cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico,
ligado a las particularidades de la vida cotidiana,
mi deseo va en dirección opuesta. El libro se convierte
en uno de invención, sin relación aparente conmigo
mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero.
Italo Calvino

La seta de ayer, la de Roberto Piglia, merodeaba por el mismo sotobosque, pero era un champiñón (agaricus bisporus), y esta de Calvino es un boletus edulis, que por aquí llamamos cep y en el norte hongo.

Roberto Piglia, seta nº 1


Aunque le queden diez días, aún es otoño. Aunque lo declaremos y aceptemos como invierno porque eso que hemos consentido en llamar navidad está a sólo diez días. Lo despediré ofreciendo unas frases que me he fui encontrando como quien encuentra setas.

La seta de hoy, de Roberto Piglia:

"Narrar es como jugar al póker: el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad"

7/12/09

Ferlosio y Kundera


Alfanhuí (esa joya de Ferlosio, que escribió también Jarama), y que después se pasó a los ensayos; racionalidad, investigación, donde antes fantasía. Cuando hace unos años pasé mi momento Kundera y quise leer todo lo que hubiera escrito y encontrase del checo, fui a parar a un libro suyo de ensayo (El arte de la novela) en el que Kundera venía a sugerir que la novela propiciaba un espacio más amable en el que tratar de todo aquello que de otro modo no resultaba posible. La novela como recipiente más generoso que el ensayo. ¿Es así?
¿Consigue decir más cosas Ferlosio ahora que cuando escribía ficción?
"Son cosas distintas", me dirá alguno. ¿Son tan distintas?

Quizá es que primero se me derribó el muro que separaba la buena lectura, amena y placentera, de la lectura formativa, racional y especulativa, rigurosa y metódica. Y eso fue porque tuve la suerte de encontrarme con ensayistas y científicos y biógrafos que escribían muy bien, literariamente, y ya no pude seguir considerando que los libros de "no ficción" tuvieran que ser necesariamente aburridos, áridos o desconsiderados con la forma del lenguaje.
Quizá es porque después se me derribó otro muro que me había estado separando la ficción y la no ficción, separación que había estado basada en la presunción de que la ficción no proponía nada, mientras que la no ficción sólo proponía cosas y las proponía exclusivamente a la razón. Luego, me pareció, y me sigue pareciendo, que todo incluye algún propósito, sea consciente o no. Sea racional o emotivo.
O quizá es porque más tarde se me derribó otro muro, y comprendí que una teoría, una tesis, un empeño, se debe narrar adecuadamente para que pueda ser debidamente comprendido.
El muro que me produjo una mayor consternación, del que aún me estoy recuperando, es el que tras derribarse me permitió comprender que incluso la concepción más rigurosa y científica de las cosas no es más que un cuento, una narración que parece tener sentido, que resulta verosímil y no dejará de serlo, mientras no aparezca alguien con una más completa o más explicativa, o quizá baste que nos resulte más seductora, hasta que no traiga con él alguna nueva consideración o hallazgo o descubrimiento o susgerencia, que nos obligue a replantearnos nuestra anterior visión de las cosas; los fenómenos y las circunstancias que el ensayista atiende como personajes y que en su desarrollo se nos ganan o se nos hacen odiosos, que aumentan su credibilidad o la pierden.
Comprendo que para orientarnos nos resulten aceptables las caprichosas clasificaciones entre novela y ensayo, entre ficción y no ficción, pero yo no sé si Ferlosio dejó de escribir ficción para optar a poder decir más cosas sin renunciar en realidad a nada, o si es que de verdad se pasó a otra disciplina o instrumento, si no fue como cambiar de idioma si se dominan ambos, si Kundera tenía razón, si la tiene Ferlosio. O si una cosa y la otra no tienen nada que ver y ésta es una disquisición gratuita propia de un fin de semana largo propiciado por un puente.

(Después me paseo -navego por la red- y me encuentro esto:
http://lo-bueno-si-breve.blogspot.com/2009/12/cabeza-y-corazon-chicho-sanchez.html

y esto, que no tiene desperdicio:
http://www.ousferrats.com/2009/12/06/gracias-ferlosio-por-seguir-incendiando-el-pasto-de-los-bobos/

28/11/09

Misterios



“Me van apareciendo”, dice Gamoneda.
Esos inesperados encuentros, regalos que no sabemos quién o qué nos los ofrece y que nos vuelven a recordar la dimensión mágica de nuestra vida. Inspiraciones súbitas. Gamoneda también ha recibido ambos tipos de regalos : “Me encuentro un día paseando, después de seis, ocho o nueve años en los que casi no he escrito poesía… de repente el libro se me aparece sin forma ni figuras, sólo un renglón de palabras: ‘el óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición’, y Gamoneda comprende que tendrá que escribir Descripción de la mentira.

2/11/09

lo que pasa por la cabeza



…”Seguro que usted no garabatea lo primero que se le pasa por la cabeza y se lo manda a su editor. Seguro que medita las cosas. Seguro que las revisa. ¿No es en sí la escritura cuestión de meditar, de pensar, de repensar y vuelta a empezar?
_ “Por supuesto que sí. En eso consiste la escritura: en meditarlo todo a la enésima potencia. (Fragmento de El hombre lento, de Coetze)



Pero en otro fragmento de otro Coetze (Elizabeth Costello), podemos leer:
…”sospecha que sus respuestas serían tan poco interesantes como las de cualquiera. Es una escritora, no una pensadora. Escritores y pensadores: la noche y el día. No, la noche y el día no: los peces y las aves.”


Si hay que repensar antes de volcarlo por escrito, y un escritor no es un pensador, entonces ¿qué es lo que tiene que pensar tanto? El modo de decirlo.

8/10/09

obsesiones y desapego


“¡Qué alivio tirar a la basura un manuscrito, testigo de una fiebre desvanecida, de un frenesí consternador!” (Ciorán/ Ese maldito yo)
García Márquez tiró 200 páginas de una novela que había estado escribiendo y de la que sólo salvo un nombre para una posterior.
Mercè Rodoreda escribió y reescribió su Primavera i la mort durante años y años, y al morir se encontraron diferentes versiones. No supo distanciarse de ninguna y tirarla a la basura como quizá hubiera hecho Ciorán. A cambio disponemos de la posibilidad de elegir nuestra propia versión a partir de todo ese material.
El apego y la obsesión también tienen su papel en los autores respecto de lo escrito. A veces cursa de modos curiosos, y un tema, un espacio, o un personaje, aparecen y reaparecen en distintos libros de un mismo autor. Algunos sostienen que en realidad cada autor escribe siempre un mismo libro, del que los distintos volúmenes publicados vendrían a ser variaciones o incluso capítulos de ese único libro sumatorio de todos los escritos por él. El alivio al que se refiere Ciorán puede que tenga algo que ver con esto mismo, con la liberación de una obsesión.

15/9/09

Ramas sin tronco


Esta mañana he leído en el periódico que Gonzalo Suárez anda escribiendo un libro que ya tiene 300 páginas, pero que aunque "tiene las ramas, aún no tiene tronco" (más o menos, y para el caso sirve).
Las casas puede que no puedan empezarse por el tejado (que no sé si hoy no se podría), pero los libros se pueden escribir teniendo ramas sin tronco, teniendo troncos sin ramas, teniendo exclusivamente una semilla (una idea), determinando el final antes de empezarlo, o sin él, incluso me parece que cabe empezarlos a escribir sin tener muy claro el principio. Es otra de las maravillas de la Literatura.

28/7/09

tiempo


Puede que un libro sea más cuestión de tiempo que de palabras.

19/5/09

Henry Miller versus Philip Roth


Por Trópico de Cáncer, Henry Miller tuvo que verse ante más de un juez. ¿Esos mismos jueces habrían permitido la publicación de El teatro de Sabbath, de Philip Roth?
Sabbath, el personaje de la novela, también tiene que defenderse en un juicio, también por su obra, aunque no es un libro: es titiritero, y durante una de sus representaciones desabrocha la blusa y el sujetador de una chica entre el público, en una calle de Manhattan. La chica no le ha denunciado, lo ha hecho un policía. Sabbath no se defiende, eso lo hace su abogado; Sabbath no intenta justificarse. Sabbath se reivindica. Toda la novela no es sino el alegato de un modo de vivir que los políticamente correctos considerarían escandaloso y hasta depravado.
Me gustaría que Miller hubiera vivido para leerla.

12/4/09

no sé cómo, pero quiero hacerlo


..."Al principio no tenía claro qué forma darle al libro y a quién dirigirme. Éste es un problema que probablemente no le afecta a un novelista, siempre que sea bueno; no es que yo sepa mucho de eso, pero me imagino que el novelista escribe su libro tal como el propio libro quiere ser escrito. La novela es una máquina que se construye a sí misma, y el lector que se las apañe". Victor Werkler, protagonista de El procedimiento, de Harry Mulisch.
El escritor como comadrona. Miguel Ángel también decía que la estatuta ya estaba en el bloque de piedra, que él sólo la sacaba de ahí, quitándole lo innecesario. Pero quizás es una concepción peligrosa, se parece mucho a lo que sostienen los profetas cuando dicen que se han limitado a poner por escrito lo que su dios o algún ángel o arcángel les ha dictado. Por otra parte, someter el libro (o a los personajes) a la caprichosa voluntad del autor parece que lleva a libros falsos. ¿Pero es la voluntad la que juega esta mala pasada? ¿No se requiere también voluntad para evitar ser el Pigmalión de la propia obra, del mismo modo que la necesita un padre o una madre para educar a un hijo sin imponerle nada?
Que "el lector se las apañe" también es algo demasiado ambigüo. Ciertamente es asunto de todo lector, de todo receptor, casar las piezas y concluir por su propia cuenta o riesgo. Pero...¿de verdad renuncia el autor a que el lector concluya por su propia cuenta, algo que no sea precisamente lo que él como autor había pretendido que el lector concluyera? Otra cosa es que el mapa del lector y el del autor no coincidan exactamente, que el lector obtenga algo más...o algo menos; también es un asunto que ha preocupado a muchos autores. Algunos necesitan que el lector, los lectores, les ayuden a comprender qué es lo que ellos como autores han llegado a decir en su obra, quizá porque algo les ha pasado desapercibido por estar demasiado cerca y concernidos en ella y el lector la puede ver con más naturalidad que el propio autor. Y por supuesto, la decepción de que los lectores no alcancen a comprender totalmente algo, quizá porque el autor cuenta con elementos, noticias y datos, vivencias, que imagina, supone, que también dispone el lector y que quizá no es así.
Un autor concienzudo no impone nada a su obra ni a sus lectores, pero no parece que debamos entender por eso que deja alguna cosa al azar. Otra cosa es que el azar nunca necesite ser invitado expresamente para coprotagonizarlo todo.

22/3/09

Aún no hemos leído a Raymond Carver




Puede que no hayamos leído nunca a Carver, que sólo hayamos leído a Gordon Lish, su editor. Lish es el autor del estilo de Carver, de lo que nosotros considerábamos que era el estilo de Carver: le recomienda usar 5 palabras donde utiliza 15 y no suficientemente satisfecho, poda los escritos de Carver, corta fragmentos, adelanta el final de sus cuentos y modifica esos finales. El libro "De qué hablamos cuando hablamos de amor", es el resultado de que Lish redujera a la mitad el número de palabras originales y reescribiera 10 de los 13 finales de los cuentos del libro. Pensaba que Carver utilizaba demasiadas palabras.

Según Alessandro Baricco (autor de Seda), que revisó algunos manuscritos de Carver, dice que este autor «construía paisajes de hielo pero luego los veteaba de sentimientos, como si tuviera necesidad de convencerse de que, a pesar de todo aquel hielo, eran habitables.» Sentimientos que a Lish le parecían edulcorados y que suprimía.

¿Nos habría gustado más o nos habría gustado menos el Carver sin podar? ¿Podemos considerarlo así, podado, pulido? ¿O se trató de una amputación y un abuso? ¿Fue Lish el cuidadoso editor que todo autor necesita o pigmalión de Carver?

12/2/09

la naturaleza rumiante del escritor


..."Primero te lo tragas en forma de experiencia, luego lo extraes del estómago para darle una segunda vuelta, en forma de arte. Masticándolo todo, buscando las relaciones… Demasiada morada interior. Demasiada regurgitación". No nos habla de lobos solitarios, esa figura tan usada en literatura, el doctor Zuckerman (Philip Roth) habla de una vaca solitaria ("Llevo una vida de rumiante. Eso es lo que me hace huir") La digestión es lenta, ardua: "La duda es media vida para un escritor. Dos tercios. Nueve décimas partes. Nuevo día, nueva duda.. Lo único que jamás he puesto en duda es la duda misma”. Comparada con la vida de un médico es una vida solitaria: “Si me preguntas, te diré que como doctor Zuckerman vas a estar exactamente en las mismas que el Zuckerman novelista. Ninguna diferencia.
_Pero sin el aislamiento; sin la soledad. Ni uno ni otra estarían presentes. Imposible. Las diferencias físicas son demasiado grandes. Hay mil personas paseándose todo el tiempo por este hospital. ¿Cuántas calculas tú que se pasan por mi estudio, para que las palpe un poco y les haga decir “aaah”? Escribir no es una actividad muy sociable”.

7/12/08

el pozo

Sostiene Bauxauli que para hacer literatura, para poder hacerla, el escritor tiene que tener un pozo. Diógenes en vez de un pozo se metió en un tonel. Al pozo puedes invitar a entrar a tus lectores, o salir de él con tu obra en la mano. El pozo es la soledad necesaria para crear, reflexionar o reciclar la estupefacción. El pozo se alimenta de manantiales, de aguas freáticas que inspiran o te lavan. Hay ideas que necesitan estar un tiempo en remojo.

14/11/08

Literatura...o escribir.

La gran literatura versus escribir como una consecuencia de no saber hacer otra cosa, o de no tener otra cosa que hacer, de una soledad abrumadora o de un enorme aburrimiento, de una necesidad imperiosa de comunicarse de algún modo o de clarificar la confusión.

6/11/08

David Foster Wallace

En su libro "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer", escribe sobre la falsedad embaucadora y fraudulenta de las sonrisas profesionales. También hay sonrisas no profesionales que como el maquillaje, se adoptan porque nos rejuvenecen, nos hacen parecer más simpáticos; no son sonrisas profesionales pero tampoco son verdaderas sonrisas.
Los libros también pueden sonreir profesionalmente.

31/8/08

Voces

"Un novelista es alguien que (...) se mete en la cama y de pronto esas voces lo obligan a levantarse, a buscar una hoja de papel y escribir tres o cuatro líneas, o tan sólo un par de adjetivos o el nombre de una planta. Esas características, y unas cuantas más, hacen que su vida mantenga una notable semejanza con la de los dementes, lo que para nada lo angustia; agradece, por el contrario, a las musas el haberle transmitido esas voces sin las cuales se sentiría perdido. Con ellas va trazando el mapa de su vida. Sabe que cuando ya no pueda hacerlo le llegará la muerte. no la definitiva sino la muerte en vida, el silencio, la hibernación, la parálisis, lo que es infinitamente peor" Sergio Pitol, Trilogía de la memoria.

22/5/08

Una joya




Howard Hawks le preguntó a Raymond Chandler quién demonios había matado a uno de los personajes que aparece asesinado en una de sus novelas. El autor le contestó que no tenía ni puñetera idea.

27/4/08

Juego de angeles y demonios

Umbral, que por fin descansa en paz, no necesita tramas, él mismo y su vida es el argumento sin que eso presuponga mayor ombligo o vanidad (ni siendo el ególatra que a veces nos dió la impresión de ser y que acaso sólo fuera el personaje con el que se vistiese). Antes de irse, nos ha dejado Cartas a mi mujer, una buena manera de despedirse. Mientras que Umbral se despoja de la trama (él dice que también del argumento, pero me parece que sus libros siguen conteniendo argumento, argumentos) Ruiz Zafón, en cambio, es casi exclusivamente trama (aunque él pueda algún día, si le apetece, optar por escribir de otra manera y de otras cosas). Ambas (y otras tantas, todas las posibles) son maneras aceptables de hacer libros. Es bueno encontrar en la tienda pan y caramelos, verduras y bombones, agua, vino, leche y licor, cosas con las que nutrirse y chucherías, frutas deliciosas que son alimento y regalo, y que cada cual llene su cesta con lo que más le apetezca; ¿o es que los humanos hemos dejado de ser omnívoros? Resulta lamentable tener que defender esta obviedad, que en los espacios literarios de los medios, se abanderen y proscriban opciones, se otorguen o retiren credenciales de nobleza. Aunque sea algo que sucede en todos los ámbitos, en el de los libros me resulta aún más lamentable, decepcionante.
A riesgo de parecer equidistante, os recomiendo L'home manuscrit de Bauxauli, extraordinario libro que en una primera parte nos presenta a un escritor que tampoco necesita hacerse rehén de argumentos y tramas, y que al final es un libro que la tiene, a la vez un ejemplo de metaliteratura, de reflexiones vitales, y también una aventura. Delicioso. Cuánta envidia me dan estos tres.