11/10/10

Querer gustar


A nadie le amarga un dulce, pero puede estar envenenado. Que tras el dulzor amague el veneno. Pero eso ya no es literatura aunque dé para unas cuantas novelas. Pero no quiero hablar del halago que te llega dspués de, sin haber pensado antes en él. Quiero escribir de la necesidad de halago que emponzoña lo que estás escribiendo mientras lo estás escribiendo:
'Esto no le gustará a X. Esto me lo harán pagar". No se puede escribir así. Algunos lo hacen y lo publican: es una impostura. Tampoco escribir para molestar parece una buena razón para escribirlo. Se trata de explicar o decir lo que aún no se ha dicho, pero qué poco debería importar quién lo dijo o lo hizo. (Es importante para el historiador o el periodista, pero no necesariamente para el escritor). Importa la cosa despojada de la anécdota. (¡Pero qué dices, si la anécdota y el detalle son el condimento esencial!//Pues sí, pero la anécdota puede inventarse y no pasa nada, que el color de la pared lo cambiemos, no importa; puede que sea imprescindible. Los humoristas, los mejores humoristas saben modificarlo todo y escoltarse del sentido del humor para poder decirlo bien claro. Ellos saben que no importa más que lo esencial de la cosa).

Escribir acompañado de las trompetas y los laureles es un lastre que despoja al autor de su principal cometido. Puede que le den después una medalla, pero eso no debería importar nada mientras escribes. Escribe como si nadie fuera jamás a leerte. Deja que después tu texto se encuentre con el lector adecuado. Si lo encuentra y a él le gusta, estupendo: relájate y disfruta.

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